EL caso de la niña muerta en el SENAME destapa irregularidades

La niña ingresó al circuito del Sename cuando solo tenía 5 años. Aunque después fue devuelta a su hogar, fue solo una medida temporal: la violencia hizo que siempre debiera regresar a los hogares del Sename. Así fue como en 2013 ingresó al hogar de María Ayuda en Maipú.

CIPER conversó con quienes fueron testigos de la estadía de la niña en ese hogar. Los relatos coinciden: Lissette no tenía un tratamiento psiquiátrico y “empezó a tener descompensaciones emocionales frecuentes e intensas”. Un problema que en María Ayuda no estaban en condiciones médicas de asumir.

Sus crisis fueron intensificándose, al punto que durante los últimos meses “terminaba en el Hospital San Borja día por medio”, cuentan. Un psiquiatra del San Borja visitaba una vez al mes a las niñas de ese hogar, pero ese control era evidentemente insuficiente para las necesidades de la pequeña de entonces 9 años.

Quienes trabajaron con ella afirman que la última semana en que Lissette estuvo en María Ayuda, tuvo descompensaciones durante tres días seguidos, ocasiones en que pasó toda la noche en el Hospital San Borja donde le aplicaban un cóctel de fármacos que la tranquilizaban.

ctd-galvarinoSus descompensaciones se hicieron constantes. Ya era el segundo semestre de 2014 cuando en María Ayuda decidieron que Lissette debía ser internada en una Unidad de Corta Estadía en un hospital que nadie quiere identificar. Allí permaneció por un mes con medicamentos que la mantuvieron dopada. Según un funcionario que ha seguido de cerca su periplo y que pide reserva de su identidad, en ocasiones Lissette debió ser amarrada a una cama. Cuando salió del hospital, iba a ser devuelta al hogar de María Ayuda, pero allí se negaron a recibirla: su caso requería un nivel de tratamiento que ellos no podían proporcionarle. Fue así que a fines de 2014, la niña volvió al hogar Galvarino, donde murió el 11 de abril pasado.

Los tres fármacos que se le suministraban a diario fueron recetados por el profesional que la atendió en el Hospital San Borja, recinto que se hizo cargo de su tratamiento siquiátrico cuando volvió al Galvarino. También allí Lissette recibía atención neurológica y psicológica. La última atención de Lissette en el San Borja fue cinco días antes de su muerte, el 6 de abril, la visita mensual de la menor al recinto donde se le hacían también exámenes físicos y de sangre para monitorear su evolución. Esa es la versión que han hecho trascender profesionales del hospital ante la ola de cuestionamientos por el tratamiento farmacológico que se le suministraba a la menor.

CIPER recorrió algunos de los centros administrados por Sename en la Región Metropolitana. Están los Centros de Internación Provisoria (CIP, para menores imputados por delitos y su investigación en curso) y los Centros de Régimen Cerrado (CRC, para mayores de 14 años que deben cumplir condena privados de libertad), ambos pertenecen al área de Justicia Juvenil. Y bajo el área de Protección están los Centros de Reparación Especializada de Administración Directa (CREAD), destinados a menores que envían los jueces de familia porque han sufrido abandono, abusos o están en riesgo.

A estos niños y adolescentes se les suministra psicofármacos en dos modalidades: medicación diaria para estabilizar el ánimo, reducir la hiperactividad, impulsos agresivos e insomnio; y un cóctel de fármacos de emergencia que se denomina “SOS”. Según afirman los encargados de administrar esos medicamentos, estos son recetados por psiquiatras que trabajan al interior del Sename y también por profesionales que atienden a algunos niños en las unidades psiquiátricas del sistema público de salud.

Respecto de la medicación diaria, se les suministra principalmente sedantes (aradix, clonazepam y otros) para regular la hiperactividad y los cuadros de ansiedad. En cambio, el “SOS” se compone de un clonazepam (sedante) más quietiapina o clorpromacina (antipsicóticos), se ingiere por vía oral y se usa para prevenir descompensaciones.

Hay un segundo “SOS” que se suministra vía inyección intramuscular y que sirve para controlar a un niño o adolescente que ya está descompensado: su efecto es casi inmediato. El compuesto madre de esta segunda mezcla es la benzodiacepina (de la familia de los sedantes) más un antipsicótico como la clorpromacina. Un profesional del Sename aclara que las dosis son variables según peso y talla, y que los “SOS” requieren de una prescripción especial de un siquiatra.

El hogar donde murió Lissette, el CREAD Galvarino, no era una excepción. De los 102 menores que lo habitan, 45 reciben algún tipo de medicación diaria, principalmente psicofármacos. A pesar de la demanda de atención en salud mental de esos menores, en el Galvarino no había un siquiatra que los atendiera en forma permanente. De hecho, desde 2013 el Sename estaba alertado de esta grave carencia.

Así lo constató la Comisión Interinstitucional de Supervisión de los Centros dependientes de Sename (CISC, entidad a cargo del Ministerio de Justicia y que supervisa los hogares del servicio) en su informe del segundo semestre de 2013 sobre el Centro Galvarino: “La atención que reciben los niños y niñas en el sistema público es la misma que recibiría cualquier niño. Las horas las solicitan por teléfono. Cuando es una situación grave concurren al servicio de urgencia del Hospital San Borja Arriarán

Los trabajadores de los hogares del Sename sabían muy bien lo que esa carencia significaba. Cuando un menor se descompensaba o sufría crisis graves, recurrir al sistema de salud público era una pesadilla: como los cupos allí son escasos, estos menores debían sufrir largas esperas sin tener opción a una atención preferente.

El Hogar Galvarino atiende a niños y niñas hasta los 11 años. Cuando los menores cumplen 12 años son trasladados al CREAD Pudahuel, ubicado en la comuna del mismo nombre y con capacidad para atender a 100 menores de entre 12 y 17 años. La realidad es otra: hoy alberga a 120 adolescentes, de los cuales 80 reciben medicación diaria.Los efectos de esa deficitaria atención en salud mental los vivió Lissette el pasado 11 de abril. Lo trágico, es que poco antes de que la niña falleciera, el Sename había lanzado un concurso público para contratar un psiquiatra para el Centro Galvarino. En marzo se solicitó un profesional para 10 horas semanales por $1.239.983 mensual. Las entrevistas para evaluar a los postulantes terminaron el 23 de marzo. Cuando el 26 de abril el siquiatra llegó a ocupar sus funciones al CREAD Galvarino, Lissette ya no estaba allí.

A pesar de que el CREAD Pudahuel cuenta hoy con un psiquiatra que asiste algunas horas a la semana, cuyo trabajo se complementa con psicólogos y trabajadores sociales, funcionarios de ese centro confidenciaron a CIPER que están “sobrepasados”. El estándar del Sename de un educador por cada ocho niños no se cumple: cada funcionario debe atender a más del doble. Además, hay una sola enfermera para los 120 menores.

Al igual que en el Galvarino, las alertas sobre la situación crítica del CREAD Pudahuel están sobre la mesa desde 2013: “Se requiere atención en salud, es decir hacer una atención especial a los niños del centro, en especial en enfermedades psiquiátricas. Los educadores, que están en atención directa al niño, no cuentan con la especialidad de educadores sociales. Es vital capacitar a estos educadores de manera tal de institucionalizar su labor, sus responsabilidades y deberes. En estos momentos su trabajo da cuenta de un saber hacer sin mayor especialización”, establece el informe de la CISC de 2013 sobre este centro.


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